miércoles, 28 de noviembre de 2012


La mesa de luz repleta de pequeñas confesiones escritas. Recuerdos que invernan. Una habitación que yo mismo había saqueado años atrás. Tirado en una cama. Descomponiéndome de la lejanía. Una mujer que ya se declaro vencida. La noche se convierte en derrota. Casi – dice Nito. Y es como si el techo se desmoronase. El Che. Mafalda. Un lado oscuro de la luna que le hace sombra a un Charly que parece nuevo. Ese había sido yo hace mucho tiempo. Mi colchón. Una novia que durmió en él a escondidas. Ex novia, tiempo después. Mamá golpea la puerta porque sabe que está cerrada. Estoy durmiendo dice un chico que se parece mucho a mí. Un placard clausurado. El suelo sostiene un menjunje de ropa. Mi cabeza acaricia la almohada intentando convencerla de que todavía hay tiempo. El sol del patio interno se anima a espiarme desde la ventana. Me tapo porque no quiero que me vea. Las ventanas casi se incendian. Y mi colchón me echa. Desalojo involuntario. Diluvio de realidad. El sol se escapa. El patio interno se duerme. Ya es de noche – anuncia Nito. Y la dignidad se deja vencer por la clandestinidad de la noche. Todos vuelven de visita hasta los que habían prometido no volver. Otros me abandonan para siempre. Cae granizo. Los recuerdos se despedazan al chocar contra la cama. Marina se sostiene del colchón con ansias viejas. Las de antes, las de mucho tiempo atrás. Nos abrazamos en un ataque de nostalgia que duro casi una vida. El granizo ceso. Y la lluvia borro todo. Se inundo el colchón pero para ese momento ya estábamos separados.

Manuela Bares Peralta.

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