El sol se encendía con la misma energía y prontitud del antiguo, de ese que ves cuando sos chico, del grande e inmenso. Iluminaba con la fuerza de un corazón agitado, y lograba unirse a él como si fuesen amantes en mi frente. En ese momento, supe que así me gustaría dormirme. Teniendo el cielo a medias, para sentirlo casi humano. La tierra de la galería apenas respiraba como el pecho de mamá antes de hacerme dormir. Violento de tan suave.
Manuela Bares Peralta.
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