lunes, 28 de marzo de 2011
No te salves
No te quedes inmóvil al borde del camino no congeles el júbilo no quieras con desgana no te salves ahora ni nunca no te salves no te llenes de calma no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo no dejes caer los párpados pesados como juicios no te quedes sin labios no te duermas sin sueño no te pienses sin sangre no te juzgues sin tiempo pero si pese a todo no puedes evitarlo y congelas el júbilo y quieres con desgana y te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas entonces no te quedes conmigo. Mario Benedetti.
sábado, 26 de marzo de 2011
Un poco de Sábato (haciendo de testigo)
La inmensa mayoría escribe por motivos subalternos: porque buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde; en el mejor de los casos por evasión o por juego.
Quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley.
Esos hombres sueñan un poco el sueño colectivo. Pero a diferencia de las pesadillas nocturnas, sus obras vuelven a esas tenebrosas regiones en que se sumieron y (siniestramente) se alimentaron, son la ex-presión o presión hacia el mundo de esas visiones infernales; momentos por el cual se convierten en una tentativa de liberación del propio creador y de todos aquellos que, como hipnotizados, siguen sus impulsos y sus órdenes secretas. Motivo por el cual la obra de arte tiene no sólo valor testimonial sino un poder catártico, y precisamente por expresar las ansiedades más entrañables de él y de los hombres que lo rodean.
Nada más equivocado, pues, que pedirle a la literatura el testimonio de los social o lo político. Escribir en grande, simplemente es, sin más atributos. Pues si es profundo, el artista inevitablemente está ofreciendo el testimonio de él, del mundo en que vive y de la condición humana del hombre de su tiempo y circunstancia. Y dado que el hombre es un animal político, económico, social y metafísico, en la medida en que su documento sea profundo también será (directa o indirectamente, tácita o explícitamente) un documento de las condiciones de la existencia concreta de su tiempo y lugar. Faulkner no es un escritor "social", pero da una visión vertiginosamente más valedera de la sociedad en que le tocó vivir que Upton Sinclair o Howard Fast u otros que a fuerza de ser mediocres desconocemos en absoluto. Cuidado, pues, con pedirle a un escritor algo más que eso (que rídiculo resulta: ¡pedirle algo más que profundidad!). Hay otros recursos para las actividades de "denuncia": el afiche, el folleto de propaganda, la tribuna callejera y hasta la gran obra de crítica sociológica.
Quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley.
Esos hombres sueñan un poco el sueño colectivo. Pero a diferencia de las pesadillas nocturnas, sus obras vuelven a esas tenebrosas regiones en que se sumieron y (siniestramente) se alimentaron, son la ex-presión o presión hacia el mundo de esas visiones infernales; momentos por el cual se convierten en una tentativa de liberación del propio creador y de todos aquellos que, como hipnotizados, siguen sus impulsos y sus órdenes secretas. Motivo por el cual la obra de arte tiene no sólo valor testimonial sino un poder catártico, y precisamente por expresar las ansiedades más entrañables de él y de los hombres que lo rodean.
Nada más equivocado, pues, que pedirle a la literatura el testimonio de los social o lo político. Escribir en grande, simplemente es, sin más atributos. Pues si es profundo, el artista inevitablemente está ofreciendo el testimonio de él, del mundo en que vive y de la condición humana del hombre de su tiempo y circunstancia. Y dado que el hombre es un animal político, económico, social y metafísico, en la medida en que su documento sea profundo también será (directa o indirectamente, tácita o explícitamente) un documento de las condiciones de la existencia concreta de su tiempo y lugar. Faulkner no es un escritor "social", pero da una visión vertiginosamente más valedera de la sociedad en que le tocó vivir que Upton Sinclair o Howard Fast u otros que a fuerza de ser mediocres desconocemos en absoluto. Cuidado, pues, con pedirle a un escritor algo más que eso (que rídiculo resulta: ¡pedirle algo más que profundidad!). Hay otros recursos para las actividades de "denuncia": el afiche, el folleto de propaganda, la tribuna callejera y hasta la gran obra de crítica sociológica.
viernes, 11 de marzo de 2011
Algo que es pasado
"Era como si el fantasma de un hombre que se hubiese ahorcado regresara al lugar de su suicidio, no por curiosidad morbosa sino por pura nostalgia de beber otra vez las copas que le dieron el valor de hacerlo, y para preguntarse, tal vez, cómo tuvo coraje... como si al entrar así en el pasado hubiera tropezado con un laberinto, sin un hilo para guiarlo, donde a cada paso amenazaba el Minotauro; un laberinto que a cada vuelta conducía infaliblemente a un precipicio en cuyo fondo estaba el abismo".
Malcom Lowry - Dark as the grave wherein my friend is laid.
miércoles, 2 de marzo de 2011
Menos
Menos tu vientre, todo es confuso.
Menos tu vientre, todo es futuro fugaz, pasado baldío, turbio.
Menos tu vientre, todo es oculto.
Menos tu vientre, todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo.
Menos tu vientre, todo es oscuro.
Menos tu vientre claro y profundo.
Miguel Hernandez.
Menos tu vientre, todo es futuro fugaz, pasado baldío, turbio.
Menos tu vientre, todo es oculto.
Menos tu vientre, todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo.
Menos tu vientre, todo es oscuro.
Menos tu vientre claro y profundo.
Miguel Hernandez.
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